
Parecía que hasta la llegada de Los Simpson (1989) el "género" de la animación "era para niños". Algo que no era realidad en absoluto, pero que estaba en la mentalidad de la mayoría de los occidentales hasta que apareció la irreverente familia amarilla: hablando de política, de contaminación, de extorsión, de mafias, de la Iglesia, de derechos sindicales... de una manera dulce y graciosa, pero mordaz.
Y parecía que Los Simpson eran para adultos, y que hacían crítica política y social, etc. hasta que apareció Padre de Familia (1999), y entonces no quedó duda de que la animación no siempre es para niños y que a veces tampoco para adultos sensibles. Los temas abordados por Los Simpson eran diez veces más ridiculizados y criticados, diez veces más directos, sin censuras, riéndose de todo y todos, y poniendo los puntos sobre las íes con una acidez y brutalidad diez veces más potentes en Padre de Familia. Sin olvidar que elevó el humor absurdo a cotas altísimas. La demencia de sus temas le ha costado dos cancelaciones por parte de FOX, pero la presión de los fans y las buenas ventas en DVD, siempre terminan rescatándola, aunque sea esperando años.

Si creíamos que Homer Simpson era el adulto más increíblemente tarugo de la Tierra, es porque aún no conocíamos a Peter Griffin. Que sin ser más ignorante que Homer Simpson, es aún más caprichoso, inconsciente, irresponsable, derrochador, egoísta e incluso más gordo.
Está claro que South Park en 1997, reventó el género de la animación adulta (sin connotaciones de tipo pornográfico, aclaramos) allanando el terreno para producciones como Padre Familia en el 1999 o Padre made in USA en 2005, con unos niños muy malhablados, violencia, traición, exageración; haciendo mofa del racismo, la marginalidad, la homofobia como vías de reivindicación...
No podemos olvidarnos de Futurama, de Matt Groening, creador de los Simpson, que comenzó su emisión en 1999, aunque también fue varias veces cancelada. La serie no es tan directa como Padre de Familia, pero en su arco argumental, y su visión de la civilización en el futuro, encontramos grandes críticas y llamadas de atención.

En España también tenemos ejemplos de series animadas que se desvinculan totalmente de los horarios infantiles, y de las que ya hemos hablado en alguna ocasión en este blog: Arròs Covat o Niña Repelente, que usan uno de tantos tipos de discursos, como es la animación, para narrar una historia que los niños ni entienden, ni deben entender.
Culturas como la japonesa, con una gran tradición en la animación, no han pasado por la transición vivida en occidente décadas atrás cuando comenzaron a aparecer series de este talante; transición que llevaba al aprendizaje de que la animación sólo es otra forma, otro discurso, otro conducto: y te puede gustar más o menos, pero no es un género en sí mismo, sino un tipo de discurso audiovisual que ha madurado y muchas veces ejerce en televisión la misión de las viñetas de los periódicos: ridiculizando realidades o señalando la importancia de otras con un dedo acusador.