
AMC emitió el final de la cuarta temporada de Breaking Bad el pasado domingo, ofreciéndonos una season finale (4x13 Face off) épica a la altura de una serie que no deja de sorprendernos temporada a temporada y en la que el personaje de Walter White no ha dejado de evolucionar tentado por el lado oscuro.
Durante la temporada cuatro de Breaking Bad, Walter y Jesse han estado en constante peligro, más Walter, al que Gus había calado perfectamente y sabía que el profesor era peligroso por su excelso sentido de supervivencia y protección de sus allegados. Cuando el intento de reemplazarlos a ambos falló (Jesse mató al posible reemplazo), la cúpula de los Pollos Hermanos decidió que Jesse Pinkman era alguien a quien podían moldear pero no contaron con el honor entre ladrones. Pinkman y White han establecido durante todo este tiempo un vínculo de responsabilidad el uno para con el otro, que les hace protegerse.

La única manera de acabar con Gus era ir un paso por delante del chileno, pero eso no parecía nada fácil: controlador, meticuloso, con hombres por todas partes y con la nariz siempre metida en cientos de cámaras de vigilancia, el mafioso sabía cómo tomar la delantera a nuestros protagonistas (y a la DEA) una y otra vez. Pero quién iba a imaginarse que Walter White se había cultivado en maquiavelismo y daría con un plan que endemonizaría a Gus para volver a ganarse la confianza de su compañero y que convencería a Héctor Salamanca (testigo de sus crímenes) para inmolarse.
Así lo más sorprendente del final de la temporada 4 de Breaking Bad no es la muerte de Gus Fring y el último Salamanca, sino todo lo que hace Walter para conseguirlo: envenena a un niño y hace que Pinkman culpe a Gus (no es la primera vez que Walter traiciona a Jesse para conseguir sus propios objetivos: ya nos quedamos helados cuando dejó morir a Jane Margolis), monta una bomba con la que mueren tres personas, incendia el laboratorio secreto y para llegar hasta él dispara a sangre fría a dos matones. Hemos pasado de un tiempo en el que empuñar un arma parecía algo impensable para los protagonistas, a una temporada en la que ambos han tenido que usarlas. De cocineros de metanfetamina e incluso traficantes de barrio, a integrantes de una red nacional de distribución de drogas y asesinos.

Mención aparte para el asqueroso plano final de Gus. Tras la explosión, vemos salir al chileno como si nada, con su traje planchado y sus andares de superioridad, pero cuando la cámara gira alrededor de él y nos deja ver su otro lado, el hombre estaba lleno de agujeros, sin ojo y en carne viva. Un sobresaliente para el equipo de maquillaje que al parecer estuvo hora y media para recrear la herida, más cinco horas de espera para que secara y en su rostro quedara de la manera en la que tuvimos que verlo.
La quinta temporada de Breaking Bad será la última y al ritmo al que Walter evoluciona, podría coger el puesto de Gus y terminar en prisión a manos de su cuñado... ¿Cómo debería acabar Walter con todo lo que ha hecho? ¿Cuál será el precio a pagar?