
Ya estamos otra vez hablando de Perdidos. Y no es por la inminente salida de su enciclopedia, que muchos esperan que sea la piedra angular que dé sentido a seis temporadas. No. Es porque es el primer otoño en seis años en el que no estamos descontando los días para que llegue la season premiere de una nueva temporada de Perdidos, y sobre todo porque desde que se anunció su final, hemos visto estrellarse un par de proyectos que buscaban el pedazo de pastel que ABC dejó desatendido con la despedida de una de sus series más famosas.
Como decimos, algunas han intentado ocupar el lugar de Lost, ABC con FlashForward, lo intentó el año pasado, y fracasó. Este año es la NBC quien quiere llamar la atención de ese público fiel con The Event. Pero la fórmula que utilizan está equivocada.

Perdidos no triunfó por ser una serie de misterio. O al menos, no sólo por ello. Gran parte de su éxito lo granjeó por los pequeños momentos. Perdidos no trataba de tener al espectador en tensión durante 42 minutos. Muchos de esos minutos, los disfrutábamos. Nos encariñamos con los personajes, y nos encantaba verles jugando al golf, haciendo el loco con la Hugoneta, retándose al ping-pong, cazando por la selva. Y por supuesto, conociendo su vida, conociendo cómo eran en realidad, antes de esa oportunista redención que les dio la isla.
El ingrediente secreto de Perdidos era su humanidad. La forma en que nos metíamos en la piel de sus personajes, nos contagiábamos con sus historias y disfrutábamos viéndoles pasar el día a día en la isla. Por supuesto, pasamos mucho tiempo conspirando acerca de todas las conexiones entre pasajeros, o cómo éstas se daban (¡Rose va a ser la abuela de Walt!), acerca de los Otros o de dónde salía Dharma. Pero llegamos a conocer a los personajes y ellos marcaban la diferencia.
En FlashForward, sin embargo, los guionistas estaban más pendientes de recrear una trama de enigmas colosales, que de acercarnos a las personas que formaban parte de ella, y por ello, sus personajes nos parecían personas que hacían cosas sin sentido y tomaban decisiones que nos parecían aleatorias, y no podíamos anticiparnos a ninguna ¡siempre aparecía una nueva pista de la nada! Su cancelación no tomó por sorpresa a nadie, y nosotros la tachamos de merecida.
En The Event, no sucede lo mismo, la acción está llevada de otra manera y no todo permanece en la sombra: las cosas van explicándose pero aún así, los capítulos (con excepción del primero) son sucesiones de interminables "último minuto" para sus protagonistas.
La fórmula de mezclar cotidianidad con la trama principal, no está siendo explotada por las nuevas "Perdidos", que presentan grandes misterios de proporciones épicas con la esperanza que el espectador quede anonadado y comience, como con la exitosa serie de ABC, a rayar papeles y dibujar de memoria el mapa que Locke vio en la escotilla durante tres segundos. Esta fórmula no obstante, no es tan secreta: la televisión está repleta de series que han sabido crear complicidad entre sus protagonistas y proporcionarles momentos distendidos y son líderes como NCIS, Bones, House... series en las que el factor humano se entrelaza con la historia autoconclusiva de una manera amena y atractiva.